Pendiente tenía una
entrada sobre estos 5 años junto a la diabetes, o como prefiero decir, mi 5º
cumpleaños, pero por exámenes y falta de tiempo no había podido desviarme del
camino trazado en las últimas entradas, y poder reflexionar todo lo que supuso
para mí aquel 1 de Junio.
Aquellos que conocen mi
debut, saben que no fue un encuentro fácil, pero tras el primer golpe, no perdí
el tiempo en asumir esa tan inesperada y nueva compañera.
Recuerdo aquellos
primeros síntomas, donde no aguantaba sin ir más de media hora a la nevera a
por agua o como, poco a poco, iba perdiendo peso. Hechos que relacione al
encontrarme en un intercambio en California con el cambio de rutina y de dieta
que conllevaba, pero ya en los últimos día, veía que algo no iba bien.
Y como olvidar mis viajes
por los aeropuertos en silla de ruedas, sin poder andar pero sin perder tampoco
la sonrisa, gracias a una de esas personas que en los momentos más difíciles,
añade nuevos significados a la palabra amigo.
O como borrar el momento
de los sanitarios subiendo al avión e ir en ambulancia al Ramón y Cajal, y una
vez en Urgencias, decirme que el motivo de mis males se llamaba diabetes, sin
yo saber que era esa enfermedad.
Con el paso del tiempo,
vi que esa experiencia se había llevado un poco del Rodrigo que embarcó 3
semanas antes rumbo a EEUU y con su adolescencia todavía en la mochila.
Pero el llevar al límite tanto
al cuerpo como a unas fuerzas anímicas que con el paso del minutero disminuían,
provocaron quizás que apareciera una madurez prematura y surgiera el principio
de unos valores que hoy me visten.
El no desdibujar mi
sonrisa ni aún no pudiendo caminar, fue porque pesaban más las ganas por vivir
que por caer en la negatividad y rodearme de sus miedos, y todavía, no hay
mañana que no me lo repita.
Ahí entendí que la lucha
diaria no tiene más fin que la felicidad, que tus fuerzas deben de ir dirigidas
a pintar una sonrisa permanente, y allí, donde siempre tenga sol para crecer,
esta tu hogar.
Y después de vivir
aquello, elevé unos cuantos metros el listón de los problemas y donde unos ven
obstáculos, yo ahora veo retos que me ayudan a crecer.
También los sacrificios que
tuve que realizar, aunque no supusieran cambio alguno en mi modo de vida, pero
el priorizar y decidir en determinadas situaciones es algo impreso en la
diabetes, y extrapolable al resto de decisiones.
Quizás el tener que ir
con mi medidor y mi insulina casi siempre a cuestas puede parecer pesado, pero
mi bandolera forma parte de las fotografías de los mejores momentos de estos 5
años, los cuales los considero los más felices de mi vida.
Lógicamente, la
naturalidad del asunto no sería posible sin estar rodeado de gente que me ayuda
a verlo como algo completamente normal, incluso a reírme de ella por raro que
resulte a veces, pero en vez de molestarme, es algo que tengo que agradecer enormemente.
No puedo negar la
condición de que la diabetes ya forma parte de lo que soy, pues él como del
donde estoy, algunas veces la ha tenido por brújula y si no hubiera vivido todo aquello, ahora no
estaría escribiendo esto en Valencia, pudiendo compartir mis días con gente
increíble y ver la vida del modo en que lo hago.
Por ello, hace dos
semanas, celebraba junto algunos de los míos, mi 5º cumpleaños, porque al fin y
al cabo, es algo que celebrar.