Continúo un poco en la línea de la anterior entrada. Si el
pasado día hablábamos de esa pauta imprescindible que es el medirse la glucemia
antes de entrenar, hoy voy a dar un paso más y hablar del caso en el que
tengamos que ponernos alguna unidad de insulina.
Nos podemos encontrar en dos situaciones en las que vamos a
requerir de insulina, bien por que vayamos a comer alguna ración de hidratos y
el ejercicio posterior no sea suficiente para gastarlo o bien, por que tengamos
una hiperglucemia la cual tengamos que corregir.
Así, gracias a la insulina y partiendo de nuestro valor
glucémico, podremos obtener esa estabilidad tan buscada sin la aparición de
hiperglucemias.
Esta estabilidad la considero muy importante, pues si no
controlamos nuestra glucemia se puede dar el caso de llegar con altos valores a
la cena, teniéndolo que corregir de todas formas. Por ello, evitaremos ese mal
menor y no saldremos del intervalo que suponen los valores correctos.
Para empezar, deberemos de tener en cuenta el trabajo que
vayamos a hacer. El trabajo aeróbico supondrá una dosis menor que si nuestro
entrenamiento fuera anaeróbico. Así, si vamos a comer o simplemente vamos a
corregir nuestros valores, las unidades variarán en función de la
característica del entrenamiento.
También deberemos de tener en cuenta la temperatura, pues
las altas temperaturas pueden producir una activación mayor de nuestro cuerpo,
requiriendo menos insulina.
En cuanto
la zona en las que nos vamos a poner las dosis, mi
opinión es que es
muy subjetiva. Yo siempre
aconsejo probar con unos mínimos de
precaución.
Sabido es que los médicos recomiendan no inyectarse insulina
en zonas que vayamos a ejercitar, pero entre que ya de por sí las zonas están
limitadas pues en mi caso, brazos y piernas no tengo apenas tejido graso, y que
voy a usar todos los grandes musculares, no podría usar ningún sitio.
Así, yo
recomiendo usar el sitio habitual, que en mi caso es la zona abdominal y nunca
he sentido peligro por usar tal zona aunque seguido vaya a entrenar.
Otra zona que se podría recomendar es el glúteo, dado que
ahí la cantidad de tejido graso es mayor que en otras zonas.
Pero como siempre digo, la mejor opción es probarse siempre
con cuidado de no producirnos una hipoglucemia.
Para finalizar, tengo que reconocer que al principio, tenía
miedo de no dejar un intervalo de más de
dos horas entre pincharme y entrenar por poder sufrir una bajada glucémica y fue mi endocrino el que me animó a
probar.
Una vez decidí dar el paso, pues el madrugar para desayunar
dos horas antes de las sesiones de mañana no era mucho de mi agrado, vi que se
puede hacer y que con un poco de cabeza y conociendo tu cuerpo, no hay ningún
peligro.
Así, gracias a este método, he conseguido que a las cenas
llegue con la glucemia correcta y que si tengo que entrenar por las mañanas, no
me pegue el madrugón para desayunar.