Saliéndome de la tónica del atletismo, pero no por ello del
deporte y como ya hice en la entrada del descenso del rio, vuelvo para narrar
otra experiencia nueva, ya que hace unos días fui a Javalambre a realizar snow
y me parecía interesante contar como fue el día y lo que supuso la diabetes en
ello.

Valorando la actividad física que iba a realizar y
comparándola con el ejercicio que a día de hoy estoy realizando, que es mucho
menor a la etapa en la que entrenaba, consideré que el almuerzo tenía que ser
mayor de lo normal y sin una dosis de insulina que lo acompañara, pues la
actividad se encargaría de utilizar esos hidratos por si sola.

A lo largo de la mañana, fui monitorizando la glucemia,
llevando siempre conmigo azucarillos y un medidor. Algo a tener en cuenta, es
las bajas temperaturas a las que se está, no funcionando el medidor en estas
temperaturas. Por ello, cada hora/ hora y media, pasaba por el baño para
medirme la glucemia. Las tomas fueron de 124 mg/dl una hora después del
almuerzo, en la cual ingerí dos raciones en forma de azúcar para prevenir una
hipoglucemia, sabiendo que como iba a seguir ejercitándome eso podría ir
bajando; 170 mg/dl hora y media después, y en este, dado que quedaba poco para
la comida decidí no tomar más suplementos.
Tocaba la hora de comer, habiéndome preparado un bocadillo
de 8 raciones, y teniendo una glucemia de 140 mg/dl, decidí ponerme 4 unidades
de insulina, con una proporción de 0,5 u/ración cuando de normal estoy en una
relación de 0,8. Tras dejar reposar un poco la comida y los dolores por las
caídas, volvimos a la nieve, siguiendo con mis controles rutinarios durante la
práctica.

En la cena de ese día, bajé también un poco
la relación de unidades, dejándola en 0,5 al igual que en la comida, y
dejándome la sensación que había sido todo un éxito; la experiencia, el manejo
de la glucemia, el disfrute con los amigos… Todo ello, con ganas de repetirlo.