Continuo donde lo dejé en la pasada entrada, centrándome de nuevo en esa mayor libertad
que podemos conseguir gracias al ejercicio físico y la increíble sensación que
ello produce.
Como dije anteriormente, el deporte me permite comer
pequeñas cantidades de hidratos sin tener que recurrir a la insulina pero, ¿Y
el efecto que produce en las “grandes” comidas del día?
Algo que todos sabemos, pues es un consejo muy común dado
por endocrinos y nutricionistas, es el dividir en cinco las comidas que debemos
de realizar al cabo de un día. En la pasada entrada me centré en las que
podemos denominar “menores” y ahora
quiero hablar de aquellas más fundamentales; desayuno, comida y cena.
Dado que la cantidad de hidratos será mayor que los
refrigerios de media mañana y media tarde y aunque varíe entre ellos tres, estamos
hablando de cantidades que superan los 40-50 gramos de hidratos de carbono
(HC). Para poner un ejemplo, y situarnos mejor, mi dieta diaria consiste en 80
gramos de HC en el desayuno, 100 gramos en la comida y 40 gramos en la cena.
Por ello, en esta situación si requiero de insulina pero
aquí es donde entra en juego el ejercicio, que gracias a él, la dosis que me
pongo es muy inferior a lo que sería si tuviera una vida sedentaria.
De normal, y cosa que he averiguado gracias a conversaciones
con endocrinos y con otros diabéticos, la proporción entre unidades de insulina
e HC suele ser de 1-1,3 unidades por 10 gramos de HC ingeridos. Pues bien, en
mi pretemporada mi dosis suele estar en 0,5-0,6 unidades por cada 10
gramos de HC y en periodo competitivo en 0,8 unidades.
En verdad, desde fuera no puede parecer significativo, pues
el pinchazo es igual solo que difiere en las unidades de insulina. Y aquí es
donde vuelve ese sentimiento de mayor independencia del cual hablaba el otro
día. Es cierto que la inyección se realiza igual, pero la sensación de que comiendo
lo mismo, tienes que ponerte la mitad de la dosis que te pondrías si no
practicaras deporte, es indescriptible.
En la dieta que nombré anteriormente, sumando hidratos,
serían 220 gramos de HC ingeridos, sin contar almuerzo y merienda. Esos 220
gramos, de no hacer deporte, supondrían una dosis de más o menos, 25 unidades
de insulina, en cambio, gracias al atletismo en mí se convierten aproximadamente,
en 12 unidades.
Ahora, viéndolo de una manera más global, si es apreciable
la diferencia, y en la piel de un diabético, esa reducción tan grande de unidades
diarias provoca una enorme satisfacción, pues en mi caso, y como he repetido
más de una vez, te sientes más independiente.
También está el caso de la insulina basal, que de las 40 unidades
como mínimo que consiste la dosis diaria en un diabético sedentario, en mi caso
se convierten en 20 unidades, pues el efecto del deporte aquí también es
mayúsculo.
Por todo ello, y aunque sólo es comprensible totalmente y podrán
empatizar los compañeros diabéticos que lean esto, invito a que prueben a
realizar ejercicio y así, compartan esta sensación de mayor autonomía que
gracias al deporte se puede llegar a conseguir.
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